Hacía rato que me venía llamando Praga.
En el 2023 me había propuesto ir para mi cumpleaños, pero por temas y creencias económicas sentí que aún no era el momento.
2025, y mis 34 en puerta. En medio de una crisis de pareja, decidí darme ese regalo. Ir sola a Praga. ¿Por qué? No sé… algo me llamaba.
Saqué pasajes: del 5 al 9 de mayo. Allí fui.
Una vez aterrizada, sentí la alegría interna de esa sensación de frescor de otoño, como mis cumpleaños en Argentina. Me reservé un hotel muy bonito, de esos pipí cucú; en donde al llegar me dieron una habitación superior a la que había reservado. Divino, y también con un presente: un vino espumoso que quedó de decoración. Sólamente me mojé los labios y me dije: «Felíz vida Romi.»
Dejé la mochila, equipaje pequeño para poquitos días y me fui a caminar – perderme – por el centro histórico. Al llegar a su plaza principal, vi un escenario armado para un homenaje, con un cartel que decía «5 al 9 de mayo, último combate de la Segunda Guerra Mundial». Todo el cuerpo se me estremeció.
Vuelvo un poco atrás. Antes de tomarme el avión a Republica Checa, pasé una noche en la casa de mi amiga Yael en Barcelona. Por esos motivos misteriosos, me regalo 3 cajas de inciensos que a ella no le gustaban y no los iba a usar. Me los llevé en la bolsa de mano. ¿Qué haría con más de 50 inciensos en Praga?
Retomo. Al leer ese cartel, vinieron a mi los inciensos y Bali. En febrero de éste mismo año había estado en esta preciosa isla, y allí los olores, la dulzura y las ceremonias están a la orden del día, en cada rincón, en cada paso, en cada puerta, en cada entrada de casas o de comercios.
No sabía por qué, pero algo me llamaba a encender esos inciensos y ofrendar esa dulzura. A modo de reparación, a modo de traer amor a tanta masacre. De la cual me sentía parte. ¿Será una de mis últimas vidas? Pensé, y mi cuerpo se estremeció por completo otra vez.
Siempre me sentí conectada a la historia de la Segunda Guerra y los alemanes nazis en contra del pueblo judío y otras minorías. Y a nivel sistémico, de mi árbol genealógico no hay rastros de ello. Por eso, vuelvo… ¿Vida pasada? ¿La última?
Ofrendaría el día de mi cumpleaños.
Y allí fui, un 7 de mayo, con 34 inciensos que fui dejando por toda Praga, a modo de agradecimiento y de deseo: «Gracias por mi familia», «Gracias por la naturaleza», «Gracias por la posibilidad de visitar diferentes lugares», «Por más sabor en buenos restaurantes», «Gracias por todos los aprendizajes con Fer», «Por la Gracia Divina» y así…
Al ir de a un incienso-deseo-agradecimiento era sencillo encenderlo y colocarlo al lado de un árbol, en un rinconcito perdido, o cerca de alguna estatua. El tema fue encender los otros 20 que los quería poner todos en la Plaza Principal. Mejor dicho, sentía que tenía que dejarlos allí.
Llegué a la Plaza, con un ramillete de inciensos en mi mano izquierda. Mano derecha encendedor. Probaba y el viento me los apagaba. Estaba la policía local y pensaba «Me llegan a ver poner esto en el pasto de la estatua principal y me llevan a la comisaría.»
Me fui a una callecita pequeña a ver si podía contener un poco el viento. Los dedos se me quemaban de tener tanto tiempo el encendedor tirando fuego. Los inciensos no prendían y la gente que pasaba por alrededor me miraba con cara rara.
Solté. Ya está. Es una locura. Guardé el encendedor y comencé a caminar. Eran demasiado inciensos.
De repente, empiezo a ver un humo importante. El viento me los encendió. Se prendieron todos. Ahora llamaba mucho la atención una mujer joven caminando por la calle con más de 20 inciensos prendidos a la vez. Un humo… Pasé lejos de la policía, caminé rápido.
Fui poniendo un par en unos árboles que estaban al lado de una zona que había sido destruida por el bombardeo y me digirí a la estatua principal.
Pum, los clavé allí. Lleno de gente.
Lo siento, dije. Agradecí por la oportunidad de reparar. Honré todo el dolor humano. Lo siento, le abro mi corazón.
El corazón me latía a mil. Una energía salió de mi cuerpo.
Me senté en un banco a lo lejos… vi el humo saliendo de ellos.
Luego de un par de vueltas por la ciudad, volví a la Plaza Principal. Sentí el olor de los inciensos.
Sentí dulzura.
¿Vine a Praga para ésto?
Claro que sí.
El alma se manifiesta de maneras misteriosas y, a la vez, sincrónicas.
A veces no se trata de ir a turistear, se trata de ir a reparar y a buscar esos fragmentos de nuestra alma que quedaron por allí.
Romina.
7 de Septiembre de 2025, a 4 meses de éste día.

